Seize.
Nos ha alcanzado la certeza de sabernos suspendidos en medio de un pedazo de cielo que estaba reservado para los sueños que se nos mueren cuando nos despiertan de improviso. Yo, sabiéndome tan fugaz como tu sueño, no me arriesgo a despegarme de tu regazo. A ver si con las prisas de no caerte de tu nube, mañana al despertarte te olvidas del todo de mi... y el duende desaparecería para siempre. Como las hadas, que mueren si se dejan de creer en ellas.
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